BALANCE BIBLIOGRÁFICO DEL CENTENARIO DE LA
RESIDENCIA DE ESTUDIANTES: 2009-2011.
Cien años
después de iniciarse su actividad, lo que se ha escrito sobre la Residencia de
Estudiantes es ya tan voluminoso como, en general, sobresaliente. La
conmemoración en octubre de 2010 del centenario de su fundación ha ido trayendo
una buena cantidad de nuevas publicaciones, y la bibliografía sobre su historia
se ha visto así incrementada con aportaciones notables y reveladoras.
La
propia Residencia, comprometida con su tradición y su pasado, ha ofrecido
reediciones revisadas y ampliadas de las dos principales monografías que
existían: La Residencia de Estudiantes. Los residentes, de Margarita Sáenz de la Calzada , y La
Residencia de
Estudiantes. 1910-1936. Grupo Universitario y Residencia de Señoritas, de Isabel Pérez-Villanueva Tovar, a las
que se ha incorporado después El coro de
Babel. Las actividades culturales de la Residencia de Estudiantes, de Álvaro Ribagorda, quien ya había
dedicado a la Residencia
los capítulos 5 y 6 de su libro Caminos
de la modernidad. Espacios e instituciones culturales de la Edad de Plata (1898-1936)
(Madrid, Biblioteca Nueva / Fundación José Ortega y Gasset, 2009) y varios
artículos importantes, entre los que, por reciente, cabe citar “Los frutos perdidos: Los intelectuales de la Residencia de
Estudiantes en el exilio” (Arbor.
Ciencia, Pensamiento y Cultura, nº 735 (enero-febrero 2009), pp. 13-28). El
libro de Sáenz de la Calzada (que
amplía su anterior La Residencia de
Estudiantes. 1910-1936, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 1986) suponía un primer acercamiento, familiar y panorámico, a la
historia de la institución, centrándose muy deliberadamente en las personas que
la impulsaron, habitaron y encarnaron, buscando sus orígenes antes de 1910 y
siguiéndoles los pasos tras 1936 (y de hecho aporta en apéndices la “Relación
de residentes” más completa hasta la fecha, aunque por desgracia todavía faltan
datos en ese apasionante work in progress
que es la reconstrucción de aquellos años de actividad). En cuanto al de Pérez-Villanueva Tovar (procedente de su premiada tesis doctoral y publicado por
primera vez como La Residencia de Estudiantes.
Grupos universitario y de señoritas. Madrid, 1910-1936, Madrid, Ministerio
de Educación y Ciencia, 1990) es, simplemente, el análisis más exhaustivo,
tanto en amplitud como en profundidad, que se ha hecho hasta hoy sobre la época
histórica de la Residencia de Estudiantes y la Residencia de Señoritas. Basta
comprobar el índice y, después, los títulos de los subapartados, para comprobar
la intención de la autora de no descuidar ningún detalle. Se ofrece además, en
apéndices, una lista cronológica de las actividades culturales que se
celebraron en ambos centros, lo cual ha sido objeto de estudio específico de la
informativa monografía de Ribagorda,
quien saca sus propias conclusiones a
través de estadísticas generales y parciales (aunque no las compara con las
agendas de otras instituciones españolas de la época, algo que habría sido
necesario para medir la singularidad de la Residencia).
Además de la aparición de una tercera edición facsímil de
los veinte números de la revista Residencia,
que ha venido enriquecida con nuevos y más completos índices (aunque desde
2008, en el portal Edad de Plata, se puede consultar la edición digital de la
revista, con la transcripción de los textos y herramientas de búsqueda avanzada),
el sello editorial de la Residencia de Estudiantes también ha dado a luz las
actas del congreso 1907-2007. La Junta para Ampliación de
Estudios e Investigaciones Científicas un siglo después, editadas por José Manuel Sánchez Ron y José García-Velasco. Esta obra supone,
sin ninguna exageración, un verdadero hito en la bibliografía sobre la
modernización de España a comienzos del siglo XX y, aparte de lo que sobre la
Residencia se dice en la mayoría de artículos, en el segundo de los dos
volúmenes hay un apartado titulado “Residencias de Estudiantes en la JAE ”, que comprende los
siguientes artículos: “La proyección de la Residencia de
Estudiantes: el poder político, la opinión pública y la universidad”, de Isabel Pérez-Villanueva Tovar; “Contra
viento y marea: la
Residencia de Estudiantes y la JAE durante la dictadura de Primo de Rivera
(1923-1930)”, de Álvaro Ribagorda; “La Residencia de
Estudiantes como plataforma de renovación de las artes escénicas y su evolución
de la mano de las artes plásticas”, de Idoia
Murga Castro; “El doctor Francisco Pérez-Dueño, la JAE y la Residencia de
Estudiantes”, de Juan Manuel Riesgo
Pérez-Dueño; “La
Residencia de Señoritas dentro del esquema de la JAE ”, de Raquel Vázquez Ramil; “El ‘espíritu de la casa’ en la Residencia de
Estudiantes. Características específicas del grupo de señoritas”, de Azucena López Cobo; “La vida en la Residencia de Señoritas
a través de los expedientes de sus alumnas", de Nere Basabe; y “Cartas de Zenobia Camprubí y María de Maeztu.
Inicios del comité para la concesión de becas”, de Emilia Cortés Ibáñez. Pero en varios otros lugares de esa obra hay
nuevas noticias o actualizaciones sobre la Residencia, como en el artículo de Salvador Guerrero (sobre las
instalaciones de la Residencia tras 1939), Carmen
Magallón Portolés (sobre la residente Felisa Martín Bravo, primera española
doctora en Física) o las distintas “visitas” a los laboratorios de la JAE cuyas
instalaciones estaban en la Residencia (asunto sobre el que todavía hay que
consultar el sintético texto de Josep L.
Barona “Los laboratorios de la Junta para Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas (J.A.E.) y la Residencia de Estudiantes
(1912-1939)”, Asclepio. Revista de
Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. 59, nº 2 (2007), pp. 87-114).
Estas nuevas meditaciones en torno a
la Residencia de Estudiantes y la Residencia de Señoritas se unen a las que
aparecieron en el número 78-80 del Boletín
de la Institución Libre
de Enseñanza, que procedían principalmente del seminario La
Residencia de
Estudiantes en su centenario. Nueva mirada sobre Alberto Jiménez Fraud y la Residencia ,
dirigido por José-Carlos Mainer y José García-Velasco, y celebrado entre
el 14 y el 18 de junio de 2010. Los colaboradores eran Salvador Ordóñez, Margarita
Jiménez, Marietta Vázquez de Parga,
Rafael Benjumea, Juan Carlos Ara Torralba, Francisco Chica, Javier Moreno Luzón, Manuel
Suárez Cortina, Carmen Sánchez, Juan Pérez de Ayala, Eugenio Otero Urtaza, Isabel Pérez-Villanueva Tovar, Josefina Gómez Mendoza, Almudena de la Cueva, Carmen Magallón Portolés, Román Gubern, Andrés Soria Olmedo, María
Dolores Albiac Blanco, Julio Neira,
James Valender, Javier Garciadiego, Nigel
Dennis, Consuelo Naranjo Orovio,
Álvaro Ribagorda, Margarita Sáenz de la Calzada y José Álvarez Junco, al tiempo que se
recuperaban los testimonios de época de John
Brande Trend y Alexis Sluys. Unas
y otras constituyen las últimas reflexiones sobre la Residencia y sus
protagonistas, sus instalaciones, su ideario pedagógico, su organización interna,
su vida cotidiana, sus actividades culturales, sus publicaciones, sus
laboratorios, su apuesta por el excursionismo y los deportes, su contribución a
la plena incorporación de las mujeres a la vida pública y a la investigación
científica, y las circunstancias que condicionaron sus veintiséis años de
trabajo entre 1910 y 1936, así como el brusco final producido por la guerra,
las vicisitudes vividas por los residentes durante el periodo bélico, los
proyectos de los residentes exiliados por mantener vivo o recuperar de algún
modo “el espíritu de la casa” y, finalmente, la recuperación de la Residencia de
Estudiantes en 1986 y todo lo que se ha conseguido durante los veinticinco años
de esta segunda etapa.
Pero
también la Revista de Occidente
dedicó uno de sus monográficos a “Ortega en el centenario de la Residencia de
Estudiantes”. Fue en el número 355, de diciembre de 2010, y allí se podían leer
los artículos de José García-Velasco
(“Afinidades electivas”), Javier Zamora Bonilla (“La presencia de
Ortega en la Residencia
de Estudiantes”), José Lasaga
Medina (“La paideia
del Arquero: el vital esfuerzo”), Azucena
López Cobo (“Los poetas de la Residencia en la Revista de Occidente”) y Juan Pérez de Ayala (“Ortega, la
Residencia y la
Sociedad de Cursos y Conferencias”). Ya en 2012 ha llegado,
por parte del joven investigador Luis G.
Martínez del Campo, un nuevo acercamiento en uno de los principales
capítulos de La formación del gentleman
español. Las residencias de estudiantes en España (1910-1936) (Zaragoza, Institución
Fernando el Católico, 2012), y gracias a Maria
Dolors Fulcarà, contamos con una nueva explicación de la historia de una
institución hermana bastante desconocida: La
Residencia d’Estudiants de Catalunya (1921-1939) (Publicacions de la
Universitat de Barcelona, 2012: ver también la reseña de Jordi Amat en el suplemento Cultura/s
de La Vanguardia, nº 544 (21 de
noviembre de 2012), pp. 10-11).
Además, y aparte de la copiosa bibliografía que,
en decenas de idiomas y siempre creciente, implica a residentes como Juan Ramón
Jiménez, José Moreno Villa, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel y
Severo Ochoa, o a los habituales visitantes Miguel de Unamuno, José Ortega y
Gasset, Eugeni d’Ors o Juan Negrín, en 2010 se publicó una edición crítica del
clásico de Vicente Cacho Viu sobre La
Institución Libre
de Enseñanza (ed. de Octavio Ruiz
Manjón, Madrid, Fundación Albéniz / Sociedad Estatal de Conmemoraciones
Culturales), Ernesto Caballero Garrido
y María Azcuénaga Cavia ampliaron
las reflexiones sobre La Junta para Ampliación de Estudiantes e
Investigaciones Científicas. Historia de sus centros y protagonistas
(1907-1939) (Gijón, Trea), algo antes había llegado el testimonio de Francisco Esteve Gálvez sobre el
Crucero Universitario de 1933 (En el entorno de las aguas luminosas. El
crucero universitario, 1933, Zaragoza, Institución Fernando el Católico /
Diputación Provincial de Castellón, 2009) y después llegó el de Julián Marías (Notas de un viaje a Oriente, ed. de Daniel Marías y Francisco
Javier Jiménez, Madrid, Páginas de Espuma, 2011), al tiempo que conocíamos el
Diario de la revolución y de la guerra (1936-1939)
del institucionista Carlos González
Posada (ed. de Miguel Ángel del Arco
Blanco, Granada, Comares, 2011) y las esperadas memorias de Julián de Zulueta, con nuevos retratos
de la vida en el Instituto-Escuela (Tuan
Nyamok (El señor de los mosquitos). Relatos de la vida de Julián de Zulueta
contados a María García Alonso, Madrid, Publicaciones de la Residencia de
Estudiantes, 2011). En cuanto a Carmen de Zulueta, José Muñoz Millanes escribió un extenso artículo que, más que una nota
necrológica, constituye un completo repaso de su trayectoria personal e
intelectual (“Carmen de Zulueta, el arte de interpretar la historia”, Turia, nº 97-98 (marzo-mayo de 2011),
pp. 24-32), y también puede leerse la semblanza de Inmaculada de la Fuente (en Clarín.
Revista de Nueva Literatura, nº 92 (marzo-abril 2011), pp. 33-35). En su
biografía de Pío Baroja, José-Carlos Mainer ha hablado de la
Institución Libre de Enseñanza como “referente esencial de un patriotismo laico
y progresista y formadora de un nutrido vivero de disidencia intelectual” (Madrid,
Taurus / Fundación Juan March, 2012, p. 69). Además, no pasó desapercibido que
en 2011 se conmemoraba el centenario de la muerte de Joaquín Costa, lo cual dio
lugar a muchas publicaciones (entre las que no se puede dejar de mencionar la
aparición de las Memorias de Joaquín Costa, en edición de Juan Carlos Ara Torralba, Prensas Universitarias
de Zaragoza, 2011) y a alguna exposición importante, como Joaquín Costa. El fabricante de ideas, que pudo visitarse en el
Paraninfo de la Universidad de Zaragoza y en la Biblioteca Nacional de España.
Aunque, como hito en lo que a muestras (y catálogos) se refiere, hay que recordar
la titulada Francisco Giner de los Ríos.
Un andaluz de fuego, que se inauguró en Ronda en abril y desde entonces ha
podido visitarse en otras ciudades andaluzas, dado que la Junta de Andalucía
tuvo el acierto de nombrar a Giner “Autor del año 2011”.
Pero, volviendo a lo que se refiere específicamente a la Residencia de
Estudiantes, han llegado reflexiones importantes o nuevas noticias en la Historia de la literatura española. 6. Modernidad y
nacionalismo. 1900-1939 de José-Carlos
Mainer (Barcelona, Crítica, 2010) y en Historia
de la literatura española. 7. Derrota y restitución de la modernidad
(1939-2010) de Jordi Gracia y Domingo Ródenas (Barcelona, Crítica,
2011), en la reedición corregida de Las
armas y las letras. Literatura y guerra civil, 1936-1939 de Andrés Trapiello (Barcelona, Destino,
2009) y también en varios de los artículos y prólogos que el escritor leonés ha
recogido en Los vagamundos (Barcelona,
Barril & Barral, 2011: ver especialmente el dedicado íntegramente a la
Residencia, titulado “El falansterio de la vanguardia”, pp. 197-199), en Medio mundo y otro medio. Memorias escogidas
de José Moreno Villa (ed. de Humberto Huergo Cardoso, Valencia, Pre-Textos,
2010) y en la selección de sus poemas que Juan
Cano Ballesta preparó para la canónica colección ‘Letras Hispánicas’ (La música que llevaba. Antología poética,
Madrid, Cátedra, 2010), en La experiencia
literaria y otros ensayos de Alfonso
Reyes (ed. de Jordi Gracia,
Madrid, Fundación Banco Santander, 2009), en la biografía que Javier Juárez dedicó a Gustavo Durán (Comandante Durán. Leyenda y tragedia de un
intelectual en armas, Barcelona, Debate, 2009), en los textos de Juan Manuel Bonet y Antón Castro recogidos en el volumen
colectivo Pilar Bayona. 30 miradas
(Zaragoza, Libros del Innombrable, 2009 –y Castro,
de nuevo al hilo de Bayona, ha vuelto a referirse a la Residencia en el final de esa
pequeña y hermosa bildungsroman titulada
Cariñena, Consejo Regulador de la
Denominación de Origen de Cariñena, 2012, p. 111–) o en varias de las Cartas a Germaine (1919-1935) de Jorge Guillén (ed.
de Margarita Ramírez, Barcelona,
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2010), las cuales dieron lugar a su
vez a una hermosa página de Antonio
Muñoz Molina (“Revelaciones azules”, Babelia
[El País], 23 de octubre de 2010, p.
7). Y se ha reeditado la canónica y exhaustiva biografía de Federico García Lorca, de Ian Gibson (ahora en Barcelona,
Crítica, 2011), quien próximamente culminará otra sobre Luis Buñuel,
completando así una trilogía de amigos que también incluye La vida desaforada de Salvador Dalí (Barcelona, Anagrama, 1998).
Sobre temas musicales, desde ahora se hace necesaria la consulta de la
monografía de Leticia Sánchez de Andrés
Música para un ideal. Pensamiento y actividad musical del krausismo e
institucionismo españoles (1854-1936) (Madrid, Sociedad Española de
Musicología, 2009). Y en cuanto a la danza, es muy reciente el minucioso
estudio de Idoia Murga Castro Pintura en danza. Los artistas españoles y
el ballet (1916-1962) (Madrid, CSIC, 2012), cuyos primeros capítulos
abordan los “Escenarios de la Edad de Plata”.
Otro de los principales acontecimientos bibliográficos de 2010 fue la
publicación, por parte de El Colegio de México, de una edición facsímil que
recoge en un solo volumen los Estudios
sobre la universidad española de Alberto
Jiménez Fraud, con presentación de Javier
Garciadiego. Y El Colegio de
México acometió también la edición del facsímil de aquel número extraordinario
de la revista Residencia que se
publicó en México en 1963 y en el que, aparte del póstumo de Jiménez Fraud, se incluían textos de
los residentes Juan Ramón Jiménez, Jesús Bal y Gay, Emilio Prados, Francisco
Grande Covián, Severo Ochoa o Gabriel Celaya junto a colaboraciones
de Ramón Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Ignacio Chávez, Ignacio
González Guzmán, Homero Serís, Américo Castro, Ramón Carande, Julio Caro
Baroja, Luis García de Valdeavellano,
Faustino Cordón, Miguel Prados y Such, Martín Domínguez, José García Lora, José Puche,
Rafael Martínez Nadal, Isaac Costero y José Ángel Valente, cuyo artículo, “Don Antonio Machado, la Residencia y los
Quinientos”, fue refundido ocho años después en Las palabras de la tribu (Madrid, Siglo XXI, 1971). Pero la
principal noticia sobre Valente es
ese Diario anónimo (1959-2000) que se
acaba de dar a conocer (ed. de Andrés
Sánchez Robayna, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2011), en el que queda claro
que en aquel 1963 el poeta gallego leía y citaba mucho a Giner (ver pp. 75-76),
y donde hay también algunas referencias a Jiménez Fraud, al hilo de la estancia
de Max Jacob en la Residencia (p. 40), de una conferencia que está preparando
sobre el malagueño en 1981 (p. 211) o de García Lorca (p. 231), mientras que el
12 de noviembre de 1969 ha anotado que “Este verano, creo que en agosto, quizá
a comienzos de septiembre, Manolo Jiménez trasladó las cenizas de don Alberto a
Madrid, donde reposan junto con las de don Francisco Giner. Nada comunicó de
esto Manolo Jiménez. Me entero hoy, de modo casi incidental, por carta de doña
Natalia [Cossío]” (p. 139), y el 25 de marzo de 1992 apunta con serena
satisfacción su conferencia sobre san Juan de la Cruz en la Residencia (p. 302),
así como en octubre se muestra orgulloso de la presentación allí de su libro Material memoria (p. 311).
Además, hay que citar algunos volúmenes colectivos, como Antonio Jiménez Millán y Andrés Soria Olmedo (eds.), Rumor
renacentista. El Veintisiete (Málaga, Centro Cultural Generación del 27,
2010), o María Nagore, Leticia Sánchez de Andrés y Elena Torres (eds.), Música y
cultura en la Edad de Plata, 1915-1939 (Madrid, ICCMU, 2009), y hay que
recordar que se han publicado las voluminosas actas de Los Refugiados españoles y la cultura mexicana. Actas de las jornadas
celebradas en España y México para conmemorar el septuagésimo aniversario de La Casa de España en México
(1938-2008), editadas por James
Valender y Gabriel Rojo (México
D.F., El Colegio de México / Residencia de Estudiantes, 2010).
Entre
los muchos ecos que ha recogido la prensa cabe destacar el reportaje de Javier Rodríguez Marcos (“Residencia de
talento”, El País Semanal, nº 1.760 –20 de junio de 2010–, pp. 58-65) y las páginas de Luis María Anson (“Centenaria Residencia
de Estudiantes”, El Cultural [El Mundo], 1 de octubre de 2010, p. 3), Antonio Lucas (“La ‘Resi’, un siglo de
memoria y vanguardia”, El Mundo, 14
de mayo de 2010, p. 54) y Elsa
Fernández-Santos (“Cien años en la colina de los chopos”, El País, 3 de octubre de 2010, p. 37). A
éstos hay que añadir los comentarios aparecidos al hilo de las exposiciones
sobre Le Corbusier. Madrid, 1928. Una
casa –un palacio (comisariada por Salvador
Guerrero) y Viajeros por el
conocimiento (comisariada por Estrella
de Diego), así como las reseñas que merecieron sus correspondientes
catálogos, a las que se unen, en el caso de Le Corbusier, las recensiones de
las actas del ciclo Maestros de la
arquitectura moderna en la
Residencia de Estudiantes, editadas por Salvador Guerrero, quien escribió además
el artículo “Clases magistrales. Le Corbusier en la Residencia de
Estudiantes” (Arquitectura Viva, nº
131 (marzo-abril de 2010), pp. 76-78).
También
hay que mencionar el folleto publicado en colaboración con la Generalitat de
Catalunya para la exposición 100%
Residencia. La Residencia
de Estudiantes compleix 100 anys. 1910-2010 (comisariada por José García-Velasco en el Palau Robert
de Barcelona), o el titulado Una
habitación histórica de la
Residencia de Estudiantes, que acompaña a la recreación
de un cuarto de época que durante estos años puede visitarse en el pabellón
gemelo I. Y merece una mención especial el texto que Juan José Lahuerta escribió para el extraordinario catálogo de la
exposición Dalí, Lorca y la Residencia de
Estudiantes, organizada por la
Fundación ‘la
Caixa y el Ministerio de Cultura en la sede madrileña de
CaixaForum, y que a su vez ha dado lugar a artículos como los de Borja Martínez (“Lorca, Dalí y la Residencia ”, en el
número 217 –noviembre de 2010– de la revista Leer, pp. 30-33) o el mío (“Dalí i Lorca: nova trobada a Madrid”, en
el número 270 –marzo de 2011– de la
Revista de Catalunya, pp. 69-75).
Sobre la Residencia de
Señoritas, hay que celebrar las aportaciones de Almudena de la Cueva
(“Los foros de difusión del conocimiento en el primer
tercio del siglo XX. La
Residencia de Señoritas”), Isabel Pérez-Villanueva Tovar (“Una mujer
en la Universidad
Internacional de Verano de Santander: María de Maeztu”) y Pilar Piñón (“La Universidad
Internacional de Verano en Santander a través de sus
profesoras y alumnas (1933-1936)”), publicadas todas en las actas del congreso Mujeres con voz. Voces desde el silencio.
Una historia necesaria de la UIMP
(ed. de Pilar Folguera, Santander,
Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 2010). También tiene interés, a
pesar de su abracadabrante título, el artículo de Inmaculada de la Fuente “Josefina Carabias. Una chica de clase
media con aspiraciones intelectuales” (Clarín.
Revista de Nueva Literatura, nº 95 (sept.-oct. de 2011), pp. 50-52), y,
sobre otra figura muy cercana, su aplaudida biografía El exilio interior. La vida de María Moliner (Madrid, Turner,
2011). Sobre la lexicógrafa aragonesa apareció también el artículo de María Antonia Martín Zorraquino
“Vitalidad de María Moliner y vigencia de su obra en el siglo XXI” (Turia, nº 100 (noviembre de 2011-febrero
de 2012), pp. 309-329). Y, como visión divulgativa del Lyceum Club Femenino,
llegó el libro de José Antonio Marina
y María Teresa Rodríguez de Castro La conspiración de las lectoras
(Barcelona, Anagrama, 2009).
Por otra parte, si en 2009 había
visto la luz la Visita de Richard Wagner
a Burgos, de José Bello Lasierra,
con introducción y notas de Andrés Ruiz
Tarazona (Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes), meses después se
publicó otro texto del añorado ‘Pepín’: Un cuento putrefacto (SD Edicions,
Barcelona, 2010, con ilustraciones de Manuel
Flores y un epílogo de Juan José
Lahuerta), y se estrenó el documental Pepín
Bello. Preferiría no hacerlo, de Javier
Rioyo, el cual dio a su vez lugar a unas páginas en las que Fernando Rodríguez Lafuente entendía
que “Bello supo no ser nada para no ser de nadie, y así conservar, tras la
tormenta, la memoria feliz de las cosas y de las gentes” (“Bartleby en la Residencia ”, ABC Cultural, 3 de julio de 2010, pp.
34-35). Además, se estrenaron otros dos importantes documentales: Hablaremos de esto dentro de cien años,
dirigido por Rafael Zarza con guion
de Juan Pérez de Ayala, y Cien años de la Residencia de
Estudiantes, de Jorge Martínez
Reverte, a los que hay que sumar la pieza Coloquio en la
Residencia de Estudiantes, de Manuel Gutiérrez Aragón, creada al hilo de la exposición Dalí, Lorca y la Residencia de
Estudiantes. Finalmente, sobre Pepín Bello apareció una desconocidísima
anécdota taurina en una columna de José
Luis Melero (“Benet, el Peque”, recogida
en La vida de los libros, Zaragoza,
Xordica, 2009, pp. 128-129), y también acabó en un libro la necrológica que Fernando Valls le había dedicado en su blog (“Pepín Bello, el amigo ágrafo”, en
En verde veronés, Sevilla, Isla de
Siltolá, 2011, pp. 37-39).
Se reprodujo, traducida por Tomás Segovia, la conferencia que Blaise Cendrars dio el 10 de junio de 1925 en la Residencia “Sobre
la literatura de los negros” (Antología
negra, ed. de Jesús Cañete Ochoa,
Madrid, Árdora, 2010, pp. 473-495), y un artículo mío recordó algunas de las
ocasiones en que la
Residencia ha sido recreada en obras de ficción literaria (“En
la otra colina. La
Residencia de Estudiantes como espacio literario”, Turia, nº 95 (junio-octubre de 2010),
pp. 19-30), pero a lo dicho en esas páginas (en las que se destacaba, por
reciente y relevante, la novela La noche
de los tiempos, de Antonio Muñoz
Molina –Barcelona, Seix Barral, 2009–) se puede sumar desde entonces la no
muy buena novela de Javier Pérez Andújar
sobre las Misiones Pedagógicas, pues uno de sus personajes es residente (Todo lo que se llevó el diablo, Barcelona,
Tusquets, 2010), el poema de evocación de sus años en la “Residencia de
Estudiantes” que Joaquín Pérez Azaústre
ha incluido en Las Ollerías (Madrid,
Visor, 2011, pp. 25-26), algunos de los versos en asturiano que la por entonces
becaria Sofía Castañón llevó a Tiempu de render (Oviedo, Trabe, 2010;
también se pueden rastrear referencias en su poemario de 2012: La noche así, Madrid, Ya lo dijo
Casimiro Parker, 2012) o, especialmente, la habilísima obra de teatro de José Ramón Fernández La colmena científica o El café de Negrín (dirigida
por Ernesto Caballero en el teatro
María Guerrero entre octubre y noviembre de 2010 y editada en Madrid,
Publicaciones de la
Residencia de Estudiantes, 2010), que mereció el Premio Nacional
de Literatura Dramática, sin olvidar que el crimen que protagoniza la novela Los enamoramientos, de Javier Marías (Madrid, Alfaguara,
2011), sucede junto al Museo de Ciencias Naturales, a muy pocas decenas de
metros de la famosa cuesta de la calle Pinar.
En cuanto a las experiencias de los residentes en el
exilio, es importante la carta que Bernardo
Giner de los Ríos, como representante de una “Corporación de antiguos
alumnos, formada por discípulos y por herederos espirituales de los hombres que
fundaron la Institución
libre de Enseñanza, la Junta
para Ampliación de Estudios, las Residencias de Estudiantes y los Institutos
Escuelas”, escribió en octubre de 1965 a José María Valverde para agradecerle su
gesto de nobleza al renunciar a su cátedra tras la sanción gubernamental a los
profesores José Luis López Aranguren, Agustín García Calvo, Santiago Montero
Díaz y Mariano Aguilar Navarro. “No podemos olvidar –dice De los Ríos,
estableciendo un paralelismo oportuno, que demuestra de paso lo atentos que
estaban a la actualidad española– que hace casi noventa años un grupo de
profesores fueron igualmente sancionados, por defender la libertad de cátedra,
no sólo con la destitución, sino incluso con la pérdida de libertad alguno de
ellos. En la lucha de libertad de pensamiento hay que sumar ahora a aquellos
nombres (Salmerón, Costa, Moret, los Giner de los Ríos, Azcárate, Calderón y
muchos más) los de estos ilustres catedráticos que, al igual que aquéllos,
atropellados por el entonces Ministro Orovio, han sido destituidos por el
actual Ministro de Educación, también profesor Lora Tamayo”. La carta se
conserva en el Pavelló de la
República , en Barcelona, y, junto a otras (de Juan Ramón
Jiménez, Jorge Guillén o Juan Marichal), ha sido seleccionada y publicada por Jordi Amat en Fons José María Valverde (1942-1996). Fragments d’una biografia
intel·lectual (Barcelona, Afers / Centre d’Estudis Històrics
Internacionals, 2010, pp. 81-82).
Las
memorias del profesor estadounidense Thomas
Mermall, que falleció a finales de septiembre de 2011, han ofrecido un
nuevo testimonio sobre la “hibernación” de la Residencia durante el franquismo
(Semillas de gracia: memorias de amor,
guerra y amistad, Valencia, Pre-Textos / Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio
Marañón, 2011, pp. 515-517). Estas páginas de Mermall han venido a unirse a las
de otros intelectuales extranjeros que vivieron en la Residencia o la
visitaron en la época histórica y se ocuparon desde muy pronto de ella en sus
estudios sobre España: así, Mrs. Steuart
Erskine (en Madrid. Past and Present, Edimburgo, 1922), John Brande
Trend (en A Picture of Modern Spain:
Men and Music, Londres, 1921; y en The
Origins of Modern Spain, Cambridge, 1934), Alexis Sluys (en Réformes
pédagogiques en Espagne, Bruselas, 1923), Roger Burch Wems (en Un
verano en España. A Spanish
reader, Boston, 1924), Walter
Starkie (Aventuras de un irlandés en
España, traducido por Antonio Espina
en Madrid, Espasa-Calpe, 1937) o, ya mucho después, V.S. Pritchett (en Midnight
Oil, Londres, 1971), entre otros, que seguimos poco a poco descubriendo.
Finalmente,
sobre la época actual de la Residencia hay alusiones y anécdotas en las
colaboraciones de Elías Díaz, José Luis Borau, José García-Velasco y Enric
Bou para el libro de homenaje Para
Mainer de sus amigos y compañeros de viaje (Granada, Comares, 2011), y el
coordinador de ese volumen, Jordi Gracia,
cita a la Residencia entre los lugares de referencia de la cultura de hoy en
España (junto al Círculo de Bellas Artes, la Fundación Juan March y el Centre
de Cultura Contemporànea de Barcelona) en esa autodefinida “diatriba en
ocasiones sarcástica” que ha titulado El
intelectual melancólico. Un panfleto (Barcelona, Anagrama, 2011, p. 97). La
Residencia puede mostrarse también muy satisfecha con la edición del libro
conmemorativo sobre las Becas del
Ayuntamiento de Madrid en la
Residencia de Estudiantes. Un compromiso con la creación y la
investigación (Ayuntamiento de Madrid / Publicaciones de la Residencia de
Estudiantes, 2010), en el que, tras un prólogo del entonces alcalde Alberto Ruiz Gallardón, casi todos los
beneficiarios de esa beca durante esos veinte años cuentan su experiencia,
acompañada de alguna muestra del trabajo científico o artístico que
desarrollaron durante su estancia en la calle Pinar. Y, de hecho, los resultados
de muchas de esas temporadas de paz y dedicación siguen viendo la luz: así, entre
otras, las investigaciones de Sandra
Santana (El laberinto de la palabra. Karl Kraus en la Viena de fin de siglo, Barcelona, Acantilado, 2010. Premio Ciutat
de Barcelona de Ensayo 2011), Manuel
Pulido Mendoza (Plutarco de moda. La
biografía moderna en España (1900-1950), Mérida, Editora Regional de
Extremadura, 2009), Nicolás Sesma
Landrin (Antología de la Revista
de Estudios Políticos, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
2009) y Noemí de Haro García (Grabadores contra el franquismo, Madrid,
CSIC, 2010), mi selección y análisis de los versos de Luys Santa Marina (En el alba no hay dudas. Antología poética,
Granada, Comares, 2009), las magníficas novelas de Elvira Navarro (La ciudad
feliz, Barcelona, Mondadori, 2009.
XXV Premio Jaén de Novela) y Juan
Sebastián Cárdenas (Zumbido,
Madrid, 451 Editores, 2010) o los poemas de Andrés Navarro (Un huésped
panorámico, Barcelona, DVD, 2010. XXXVI Premio de Poesía Ciudad de Burgos).
Por último, la inconcebible muerte de Félix Romeo en octubre de 2011 dio lugar
a muchas necrológicas y homenajes en los que se aludía a su único año como
becario de la Residencia, durante el curso 1990-1991: así, por ejemplo, en los
textos de Antón Castro, Ángel Guinda, Ignacio Martínez de Pisón y Cristina
Grande (quien recuerda la Residencia como “una especie de paraíso para
cualquier creador”) en Rolde. Revista de
Cultura Aragonesa (nº 138-139, diciembre de 2o11), en las reacciones de Antón Castro, Miguel Mena, Julio José
Ordovás y Ángeles González-Sinde,
recogidas en ¡Viva Félix Romeo!
(Barcelona, Mondadori, 2012), volumen no venal que acompaña a Noche de los enamorados, su libro
póstumo, y en el precioso repaso del propio Ordovás “Félix Romeo, andando por los aires”, donde nos enteramos
de que durante su año en la Residencia “no bajó a desayunar ni un solo día” (Turia, 103 (junio-octubre de 2012), pp.
35-42, esp. 38). Y, finalmente, en otro texto suyo que se ha publicado
póstumamente, Félix Romeo cuenta que
“Creí ver a William S. Burroughs en una exposición de sus cuadros en la galería
Sephira de Madrid, en la calle General Oráa, muy cerca de la Residencia de
Estudiantes, donde yo vivía, en diciembre de 1990” (“El hombre invisible y el
zoo de los Bowles”, en el volumen colectivo Perros,
gatos y lémures. Los escritores y sus animales, Madrid, Errata Naturae,
2011, pp. 143-157, esp. 146, reproducido posteriormente por Eva Puyó y Chusé Raúl Usón en la selección de cuentos Todos los besos del mundo, Zaragoza, Xordica, 2012, pp. 107-118
–esp. 108–).