martes, 29 de diciembre de 2009

todas las hojas del árbol

(En la Ciudad Encantada (Cuenca), 13 de diciembre de 2oo9)

EJEMPLO

La tormenta
arrancó anoche todas las hojas del árbol
menos una de ellas,
dejada
para que se columpiara sola en la rama desnuda.

En este ejemplo
la Violencia demuestra
que sí,
que en ocasiones le gusta bromear.


(Wislawa Szymborska, Aquí, Madrid, Bartleby, 2oo9, p. 43. Trad. de Gerardo Beltrán y Abel Murcia)

lunes, 14 de diciembre de 2009

cuando iba a oscuras

(Chinchón (Madrid), 6 de diciembre de 2oo9)

"siempre he pensado que resultaba patético ver a las ancianas poniendo luces al Señor o a la Virgen, pero hoy me he alegrado al ver que había dejado encendida la luz del salón cuando iba a oscuras desde la cocina con mi cena"

(Ezequiel Martínez Llorente, Unos calcetines blancos, Zaragoza, Eclipsados, 2oo9, p. 85)

martes, 8 de diciembre de 2009

cuando se pasa

(Madrid, 6 de diciembre de 2oo9)

... "las probabilidades no cuentan cuando se pasa a la realidad"

(Paul Auster, Invisible, Barcelona, Anagrama, 2oo9, p. 18. Trad. de Benito Gómez Ibáñez)

lunes, 26 de octubre de 2009

miedo a la noche

(Aldea del Fresno (Madrid), 25 de octubre de 2oo9)

ESCUELA DE LETRAS

No debieras mezclar
las caídas de ánimo
con la literatura.
Míralo bien.
Ni un esturión
con el miedo a la noche,
ni un bólido amarillo
con la última cerveza.
Ni dos vinos distintos.

Mejor: no mezcles nada.

(Luis Muñoz, Manzanas amarillas, Madrid, Hiperión, 1995, p. 20)

lunes, 19 de octubre de 2009

que una opinión exista

(el Atlántico desde la Praia dos Ingleses, en Oporto: 11 de octubre de 2oo9)

"Creemos que no existe una opinión en el mundo que no tenga partidarios de buena fe. El solo hecho de que una opinión exista es razón de que la adopte un número más o menos grande de personas, las cuales la siguen por tendencia de su mente, por asociación de ideas o por casualidad."

(Leopoldo Franchetti, Los orígenes de la mafia, Madrid, Capitán Swing Libros, 2oo9)

sábado, 10 de octubre de 2009

otro y otro

(Madrid, desde la ventana del trabajo, 8 de octubre de 2oo9)

Forjé un eslabón un día,
otro día forjé otro
y otro.

De pronto se me juntaron
-era la cadena- todos.


(Pedro Salinas, Presagios, 1924)

viernes, 28 de agosto de 2009

no hay para qué




[A EUGENIO NADAL]


En el alba no hay dudas. Cayó el alba.
No hay “¿para qué?” en el canto de la alondra.


(Luys Santa Marina, En el alba no hay dudas. (Antología poética), Granada, Comares (La Veleta), 2oo9, p. 114)


sábado, 15 de agosto de 2009

tiempo en la cocina

(Zoe explorando la jungla de Los Arroyos, 7 de agosto de 2oo9)


LA NIÑA DE SIETE AÑOS

mira que si estuviera destrozada
si ya fue leña algún oscuro invierno
la mesa de billar ya desechada
donde aquella sirvienta contaba obscenidades
y todos nos reíamos
enamorado tú?
qué tiempo en la cocina!
el cielo raso lóbrego
corrían los ratones dios qué risa
mi madre: mira mira los ratones
cómo se están volviendo a su agujero
la cortina de trapos amarillos
las cadenas
que oímos una noche de tormenta
tú patinando por aquel casino
con tu cara oriental
y nada que creí morirme
de amor
lo cierto es que te llevo muy adentro


***

LA CHICA QUE CONOCÍ EN UNA BODA

fue la prima que entonces se casó
luego hubo baile
piano y batería mucho vino
yo diría que gentes más bien pobres
con los trajes de muerto de las fiestas
nevaba muchos viejos
que echaban la colilla en un barreño
y sacudían la mota
mucha música
la pizpireta que se está
bajando las bragas
se pone de puntillas
mira la galería
con aquellos ojazos virgen santa
y aquel reír el vino
estuvo luego haciendo lo restante
hasta que ya no pude contenerme y se lo dije
no a ella
a mis amigos
y estuve enamorado como un mes



(Antonio Martínez Sarrión)


viernes, 31 de julio de 2009

a beautiful way

(Principio del fin en la habitación 335...)


52

quién eres,pequeño yo

(de cinco o seis años de edad)
que observas desde una alta

ventana:el dorado

ocaso de noviembre

(y que piensas:que si el día
ha de convertirse en noche

éste es un hermoso modo de hacerlo)

***

who are you,little i

(five or six years old)
peering from some high

window:at the gold

of november sunset

(and feeling:that if day
has to become night

this is a beautiful way)


*****

41

Hermoso

es el
sinsen
tido
del(sil

encioso)ca

er(p
or
do
quier)de la n

Ieve

***

Beautiful

is the
unmea
ning
of(sil

ently)fal

ling(e
ver
yw
here)s

Now


(e.e. cummings, Buffalo Bill ha muerto. (Antología poética 1910-1962), Madrid, Hiperión, 1996, pp. 298-299 y 278-279. Trad. de José Casas)

lunes, 20 de julio de 2009

todas las rosas

(Madrid, 15 de julio de 2oo9)

XVII. POEMA PARA MI AMOR ENFERMO

Hoy he robado todas las rosas de los parques
y he llegado hasta ti con las manos vacías.

***

Hoje roubei todas as rosas dos jardins
e cheguei ao pé de ti de mãos vazias.

(Eugénio de Andrade, de Los amantes sin dinero)



miércoles, 15 de julio de 2009

afirmación y nada

(Venecia, 3 de julio de 2oo9)

ESCULTURA LÍQUIDA

Si todo terminara aquí, si todo se cerrara,
de golpe, como un cepo, no lo lamentaría.

Suena una hebilla en la otra hebilla
encima de la colcha.
Luego, los cuerpos de tormenta, el suyo
que es un ciclón de seda, el mío
que es un tronco volcado,
y esa intersección de memoria y olvido,
de afirmación y nada, de posesión y fuga,
de planos sobre planos sobre planos.

(Luis Muñoz, Correspondencias, Madrid, Visor, 2001, p. 48)

martes, 7 de julio de 2009

en plena fiesta

(Venecia, 3 de julio de 2oo9)

PUERTO CASABE

Alguien
ordena silencio
en plena fiesta
y se escuchan
los muertos
que bajan
cantando
por el río

***

AMOR

Mientras el tiempo pasa
a las carreras
alguien
despacio
nos regala
una noche


(Gustavo Adolfo Garcés, Breves días, Bogotá, Instituto de Cultura, 1992, pp. 25 y 62).

lunes, 6 de julio de 2009

ahora se enciende


(Venecia, 3 de julio de 2oo9)

PAISAJE

Todo era mar
y el viento no importaba.
Ahora imagina ese mar inmenso.
Imagina la luz.
El mar y tú.
Nada más. Nada alrededor.
Parece no quedar ningún signo.
Pero tú sabes que el mar es poco
comparado con su silencio.
Tu tristeza, más profunda
que la negrura inalcanzable
de su fondo.
Y tu esperanza, como ese faro
que ahora se apaga,
ahora se enciende,
ahora se apaga.

(Isabel Bono, Poemas reunidos Geyper, Málaga, Eppur, 2oo9, p. 32).

martes, 30 de junio de 2009

la soledad arde

(Elche, 27 de junio de 2oo9)

MONTE PERDIDO

¿Dónde estamos
cuando estamos solos?

¿Quién escucha
lo que decimos a Dios?

Si la soledad arde
en su fuente, si el silencio
asola la boca, ¿quién nos hará temblar?


(Ángel Gracia, Libro de los ibones, Zaragoza, Aqua, 2oo5, p. 69).

lunes, 29 de junio de 2009

sin temor

(Elche, 27 de junio de 2oo9)

Nadie pudo escribir con mejor letra
que el pájaro en la nieve esta mañana.
Yo me llamo gorrión y te lo digo
en trazos cuneiformes, sin temor
a que lo lean otros. Sólo el sol,
y nada más que el sol, podrá borrarlo.

(Andrés Trapiello, El gorrión y sus cómplices, Valencia, Pre-Textos, 2oo4, p. 10)

lunes, 15 de junio de 2009

vivir para cantar

(Feria del Libro de Madrid, 7 de junio de 2oo9)

GRILLO

Qué buen quehacer el tuyo: vivir para cantar.
¿Y qué mejor canción que tu vivir
soñando o transviviendo,
sentirte transcurrir y convivir?
Oigo sonar la vida que nos llama;
no te entretengo más; no me entretengas tú;
cada uno a su oficio.
Vozarrón, que compongas; a la noche nos vemos.
Tú música y mis versos; la alegría; a qué más.

(Luis Feria, Casa común, Valencia, Pre-Textos, 1991, p. 22)

martes, 12 de mayo de 2009

una canción

"Una tarde de comienzos de diciembre recibió un mensaje de teléfono. Su amiga estaba trabajando en la estación de trenes, y le preguntaba si estaba libre para llevarle un par de calcetines. (Quiero decir que ella le pedía algo tan íntimo a él, con quien sólo había compartido dos o tres cervezas y cuatro o cinco sonrisas.) Los suyos se habían empapado con la inesperada lluvia y temía enfermar, pues no podía secarlos ni descalzarse en la estación, que era como una embajada de la Antártida. Él necesitaba correr y corrió, y le llevaba además una canción. Le colocó los auriculares con cariño torpe, pulsó un botón y comenzó a sonar "El sitio de mi recreo". Ella la escuchó agachada, con los ojos abiertos y una camiseta verde, y durante casi cuatro años ninguno de los dos volvió a sentir frío en los pies."

(Fermín Bergia, El hombre del tiempo, Aranjuez, Los libros de la gente, 2oo4, p. 72).

domingo, 10 de mayo de 2009

sensaciones líquidas

(Chicago, 4 de abril de 2oo9)

"En junio de 1991 Samuel Soriano terminó la Educación General Básica, el octavo curso, lo que entonces todavía se conocía como “el colegio”. Acababa de cumplir catorce años. Sus padres discutieron con él diversas posibilidades para su futuro inmediato, posibilidades que incluían el acceso directo a la universidad, desde luego, pero también escuelas privadas en Estados Unidos o en Holanda, un centro de investigación en Barcelona, colegios especiales para niños superdotados. Durante tres semanas, durante cada una de las noches de las tres semanas siguientes a la conclusión de la E.G.B., Samuel no fue capaz de dormir, o sí, pero cuando dormía sus sueños se poblaban de sensaciones líquidas y Samuel se despertaba en mitad de la noche mareado y atónito, como si acabara de sobrevivir a un naufragio. Pensaba: no quiero ser diferente. Pensaba: no quiero madurar, no quiero crecer, no quiero que mi situación se modifique. Pensaba: no quiero dejar el colegio. Pensaba: ojalá fuera un mal estudiante y hubiera repetido este curso, para no tener que decidir, para no tener que decidir ahora. Pensaba: me gustaría ir a un instituto público con el resto de los chicos y chicas de mi edad, y que no hubiera ninguna otra posibilidad. Pensaba: no quiero morirme nunca, no quiero que nadie muera nunca, no quiero saber qué cosa es la muerte. Pensaba: todavía no he hecho en mi vida nada que merezca la pena.
[...]"

(Miguel Serrano Larraz, Órbita, Candaya, Canet de Mar, 2oo9.)
Órbita se presenta en la librería madrileña Tres Rosas Amarillas el 19 de mayo.

lunes, 27 de abril de 2009

Órbita



Nada termina nunca

Órbita

Miguel Serrano Larraz. Candaya. Canet de Mar, 2009. 192 páginas

De vez en cuando llegan libros que, aparte de lo que nos hacen disfrutar, contribuyen a desnudar la inanidad de buena parte del resto. ¿Qué tipo de crítico es el que no reconoce de lejos la diferencia entre unos y otros, o el que no detecta el talento, o el que entona el perverso “todo vale”? ¿Quién, por ejemplo, no ha comprendido todavía que en Zaragoza hay más poetas que poesía, y mucha gente a la que le gusta más publicar que escribir, o que prefiere publicar quince libros malos a ofrecer uno bueno?...

Nuestra tierra vive un excelente momento literario, pero no por la asfixiante cantidad de escritores sino por la insobornable calidad de unos pocos entre ellos, y Órbita viene a colocar a Miguel Serrano en la nómina de lo mejor que tenemos. Su primera novela, Un breve adelanto de las memorias de Manuel Troyano (Eclipsados, 2007), decepcionó a algunos de quienes sabíamos que era capaz de escribir una narrativa como la que hoy nos trae aquí, pero ahora le vemos convertido ya en ese escritor que podía llegar a ser, y por mi parte estoy seguro de que aún seguirá creciendo.

El humor descarriado e intrascendente de aquel debut narrativo se convierte en estos nueve cuentos en ironía brillante y bien medida, que lo es por acompañar a la emoción, por enriquecer y colorear la inteligencia, por rematar el acierto literario. En el primer cuento, una obra maestra que da título al volumen (con un primer párrafo estrictamente inolvidable), pasamos del pícaro Troyano al superdotado Soriano, es decir, de la antiépica corrosiva a la cotidianeidad y la cercanía, y salimos ganando, pues si aquél era un pobre diablo sin rumbo éste es un joven no menos despistado pero con muchas más posibilidades (que se multiplican en el magistral desenlace abierto). “Shaman’s Blues”, en cambio, decae en el anecdótico final, pero antes ha acertado a expresar con enorme belleza la candidez impaciente de los quince años y el amargo naufragio de los dieciocho. En él ya son nítidas sus deudas con Roberto Bolaño (que se hacen más concretas en otras partes del libro: ese siniestro “enorme coche negro” en la penúltima página de “Y así sucesivamente”...), pero por fin un narrador joven comprende que asumir y aprovechar los tremendos descubrimientos del chileno pasa necesariamente por no intentar imitarlos. “Estrategia del aplauso”, sin ir más lejos, es otra preciosa crónica de una juventud vivida con tanta intensidad como desorden, y en la que, de nuevo, el argumento no importa tanto como la melodía. Sus páginas son paralelas a las de otro joven bolañiano, el colombiano Juan Sebastián Cárdenas, cuyos personajes narran los años en que “la vida y los libros se escribían con la misma mano” (Carreras delictivas, Madrid, 451 Editores, 2008).

Este libro, en fin, ofrece y desarrolla nueve buenas ideas, pero yo he disfrutado sobre todo de la poesía con la que las envuelve y les da forma. No ha habido últimamente muchos libros así entre nosotros, así que, por favor, entren en Órbita en cuanto puedan.

(Reseña aparecida en el suplemento 'Artes & Letras' de Heraldo de Aragón, 23 de abril de 2oo9. El 19 de mayo presentaré Órbita, junto a Miguel Serrano, en la librería madrileña Tres Rosas Amarillas.)

viernes, 24 de abril de 2009

un lazo hermoso

(Madrid, 21 de abril de 2oo9)

UNA CARTA

Leo las rayas
del arado en la tierra

cocino con un aceite de nueces
que me venden los vecinos

también hacen un licor de naranja
y a veces nos emborrachamos

la gente trabaja mucho
y es tranquila

los domingos
las mujeres se ponen un lazo hermoso
en la garganta

es una maravilla la nieve
ahora los copos son cristales

ya se me acabo el dinero
y no quiero regresar

(Gustavo Adolfo Garcés, poema incluido en la revista mexicana El perro, nº 8, p. 7)

martes, 21 de abril de 2009

sobre los pioneros

(Casa donde nació y vivió hasta los 20 años Ernest Hemingway, en Oak Park: 4 de abril de 2oo9)

"En 1953, la publicación de Las aventuras de Augie March marcó un rumbo tan apartado de la corriente narrativa norteamericana que hacía imposible extraer lección literaria alguna: no dejaba estela, y abría un canal tan absolutamente singular que resultaba inimitable. Mucho antes, Ernest Hemingway fue el artífice de otra divergencia radical en la prosa novelística: tras heredar la carga estilística del siglo XIX, con su elaborada "pintura" de interiores y paisajes, su obligada omnisciencia y su carácter moralizante, propio del ensayo, le quitó el exceso de sustancia ("poniendo un paño al requesón", según su propia expresión), podó las construcciones subordinadas y recortó el diálogo, dejando poco en pie de la antigua selva literaria. Un ejército de buscadores de concisión lo siguió en un movimiento que abarcó dos o tres generaciones de imitadores, hasta que la característica sequedad de Hemingway acabó resquebrajándose y convirtiéndose en polvo. La frase de Hemingway quedó colgada en la pared como el retrato de un antepasado, y feneció por tener demasiada progenie. Augie March, por el contrario (aun contando con sus propios antepasados, no tanto en estilo como en carácter), era en sí misma demasiado fecunda para producir epígonos, imitadores o descendencia; como si en su propia energía interior residiera o se agotara toda forma y manera de procreación"

(Cynthia Ozick, exacta en la introducción a Saul Bellow, Carpe Diem, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2oo6, p. 7. Trad. de Benito Gómez Ibáñez. Después de todo eso llegó Salinger).

Heridas causadas por tres rinocerontes



Repasando mis notas de lectura, compruebo que durante el año pasado leí algo más de cien nuevas obras de autores españoles publicadas durante el propio 2008. La más hermosa, limpia y emocionante de todas ellas se titula Heridas causadas por tres rinocerontes y la escribió Fernando Sanmartín. La descubrí en primavera con incredulidad, la releí inmediatamente después con emoción, y he vuelto a recorrerla otras dos veces desde entonces sin que la admiración y la gratitud hayan hecho otra cosa que aumentar.
Hay libros que uno no querría reseñar sino regalar masivamente, copiarlos con buena letra en cuadernos pequeños y dejarlos en los bancos de los parques o de las paradas de autobús, reproducirlos todo lo posible para que más gente pueda llegar hasta ellos y saborearlos. Son libros cuyos derechos debería comprar el Estado para imprimir millones de ejemplares y repartirlos por las casas como si fuese el listín telefónico, ya que su lectura aumentaría no ya el nivel cultural sino la calidad civil de las personas, la bondad y la comprensión de los ciudadanos, la atención popular por las cosas importantes. Sería bueno fundar un país donde sucedieran esas cosas, un lugar donde el poder supiese que hay textos que mejoran a quienes los leen, que producen personas más completas y libres. Yo, por mi parte, he regalado estas Heridas causadas por tres rinocerontes a todos los médicos que conozco, y estoy seguro de que nada de lo que pueda escribir aquí, por muy sincero y entusiasta que sea, sería tan eficaz para recomendarlo como copiar sin más dos o tres de sus mejores páginas.
Confieso que es un libro que ya me gustaba antes de leerlo, no tanto por intuición como por ilusión, por esperanza e incluso por sentido común. Cuando un poeta tan pudoroso y discreto como Fernando Sanmartín (y éste, sea lo que sea, es fundamentalmente el libro de un poeta) publica un breve cuaderno de los días en que su hijo luchaba contra la leucemia, es inmediatamente evidente que estamos ante un título que no se puede dejar escapar porque ha de tratarse de un libro importante, crudo, verdadero. Después las expectativas quedan completamente satisfechas al comprobar que todo está bien en él, desde la preciosa edición de Xordica (ilustrada por el niño que coprotagoniza el diario) hasta casi cada una de sus secciones, de sus páginas, de sus palabras.
En la página 20 de Hacia la tormenta (el anterior diario publicado por Sanmartín —Zaragoza, Xordica, 2005—) nacía Yorgos, el niño que ahora es casi siempre nombrado, sin más, «el niño enfermo», excepto en la dedicatoria, en el prólogo y en algunas pocas ocasiones más. Si ese prólogo no es un epílogo, como tal vez agradecerían ciertos lectores, es seguramente porque en él se nos explica que el niño superó felizmente la enfermedad y que está lleno de vida y futuro, aviso que en buena medida hace menos angustiosa la lectura de todo lo que sigue, sabedores desde el principio de que no va a terminar trágicamente.
Pero el libro es, con todo, estremecedor, y sabe expresar y compartir algo tan inefable y privado como el pánico a una pérdida que resultaría inconcebiblemente dolorosa. «Necesito que cese, en algunos momentos, la desesperación», declara en p. 23, y poco después se nos regala uno de los párrafos más exactos del libro, que he de citar completo: «El destino, la vida, nos corrige. Y lo hace sin delicadeza. Porque vivir es un capricho del destino, una cortesía. Yo quiero escribir contra el destino, quiero negarlo, impedir que siga devorándome. Pero lo único que hago es colorear una máquina de tren con Yorgos, compartir con él ese dibujo, hacer algo en común. Nos intercambiamos pinturas, nos fijamos en los contornos. Yo lo miro a él. Miro su rostro. Su cabeza sin pelo. Su ternura. Mis llagas» (p. 26). Inmediatamente antes de estas palabras se dice algo que, en mi opinión, sería más cierto si se le diera la vuelta: «Yorgos, dentro de dos meses, cumplirá cuatro años. Celebrará ese día, y todos sus cumpleaños futuros, como un amanecer», cuando sucede que en medio del miedo, la enfermedad y el dolor uno celebra cada amanecer como si fuese un cumpleaños.
Se dice también que «el silencio es la herramienta, lo único que hace no quedar mal» (p. 29) y se comprende que «no existen los disfraces si uno se ha desmoronado de verdad» (p. 36), aunque la primera parte ha terminado con una sublime declaración de esperanza: «Hay días en los que subo a un taxi para huir. Los semáforos lo impiden. Y lo impide el equipaje invisible que llevo siempre. Aunque, sobre todo, lo impide mi certeza de que la vida volverá a llenarse de almohadones» (p. 29)...
Estoy completamente convencido de que no puede haber literatura verdaderamente alta que no sea a la vez profundamente humilde. Heridas causadas por tres rinocerontes es, en ese sentido, una lección inolvidable sobre cómo poner la literatura al servicio de la vida, aun teniendo entre manos un tema tan delicado y tan susceptible de desembocar en lo lacrimógeno. Lo que consigue Sanmartín, sin embargo, es de una pulcritud perfecta:
«Le pongo al niño, en sus heridas, unas gotas de Betadine. Me mancho las manos, y el niño se ríe de mis dedos manchados. Y esa risa es un balneario» (p. 34).

(Reseña publicada en La Tormenta en un Vaso, el 10 de abril de 2oo9: http://latormentaenunvaso.blogspot.com/2009/04/heridas-causadas-por-tres-rinocerontes.html)

domingo, 12 de abril de 2009

un vago existir de luz

(El cielo sobre Greektown, en Chicago: 4 de abril de 2oo9)

CIELO

Te tenía olvidado,
cielo, y no eras
más que un vago existir de luz,
visto -sin nombre-
por mis cansados ojos indolentes.
Y aparecías, entre las palabras
perezosas y desesperanzadas del viajero,
como en breves lagunas repetidas
de un paisaje de agua visto en sueños...

Hoy te he mirado largamente,
y te has ido elevando hasta tu nombre.

(Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta recién casado, Madrid, SECC, 2oo8, p. 33. Selección de Luis Muñoz.)

sábado, 11 de abril de 2009

sin estruendo

("Miss Expanding Universe" (1932), de Isamu Noguchi, en The Art Institute of Chicago: 4 de abril de 2oo9)

quiero ser una hoja cualquiera
de un árbol cualquiera
de una ciudad cualquiera
caer sin estruendo
entre la indiferencia
de pájaros y transeúntes

quiero no soñar

porque creo firmemente
que las hojas no sueñan un vuelo
confortable
un envés con airbag
un cauce de orines templados
que las lleve lejos

(Isabel Bono, Poemas reunidos Geyper, Málaga, Eppur, 2oo9, p. 89)

viernes, 10 de abril de 2009

the fruit

(Cerca de Navy Pier, en Chicago: 3 de abril de 2oo9)

DYLAN

I had a dream last night
that a little girl came to me.
Her hair was a halo of warm light
and color dripped off her tongue.

She was your daughter
and in her I saw the fruit
of everything I'd ever fought for
or believed in, or dreamt of.

(Jewel, A night without armor. Poems, Nueva York, HarperCollins Publisher, 1998, p. 44.)


jueves, 9 de abril de 2009

No es vacío

(Torre Sears, en Chicago, 3 de abril de 2oo9)

TEMPERATURA CERO

Saber que hay más,
que tierra adentro hallaré a los hombres
y el ruido de sus coches,
tampoco afecta.
No es el orden ni el silencio.
No es amor. No es vacío.
Son las piedras desnudas
que no dejan de esperar.
El mar pálido que, ausente como tus ojos,
todo lo domina.
Y esas nubes
sin deseos de comprender.

(Isabel Bono, Poemas reunidos Geyper, Málaga, Eppur, 2oo9, p. 31.)



(...y su ascensor...)

miércoles, 8 de abril de 2009

the touch of dreams

(4 de abril de 2oo9: A orillas del lago Michigan, en Chicago)

BETWEEN TWO HILLS

Between two hills
The old town stands.
The houses loom
And the roofs and trees
And the dusk and the dark,
The damp and the dew
Are there.

The prayers are said
And the people rest
For sleep is there
And the touch of dreams
Is over all.

(Carl Sandburg, Chicago poems, Chicago, University of Illinois Press, 1999, p. 133.)

jueves, 26 de marzo de 2009

Quiero jugar otra vez



Quiero jugar otra vez

La soledad de los ventrílocuos
Matías Candeira. Tropo. Zaragoza, 2008. 180 pp.


Resulta difícil escribir reseñas cortas sobre libros buenos, sobre todo cuando se trata de colecciones de cuentos o poemarios, ya que entonces contienen varias unidades literarias que apetecería comentar y aplaudir por separado. Debería ser posible reseñar un solo relato, un solo poema: se evitarían tópicos y generalidades y sería más difícil aplicar o disimular la habitual pereza crítica.

En la primavera de 2006, y en circunstancias que no vienen al caso, tuve la suerte de leer y contribuir a premiar un cuento lleno de magia. Se titulaba “El hombre en el barreño” y lo había escrito el por entonces inédito Matías Candeira (Madrid, 1984). Casi tres años después esa pequeña joya ha sido por fin publicada en Zaragoza, cerrando “La soledad de los ventrílocuos”, el primer libro de relatos de su autor, y, como no podía ser de otro modo, tratándose de buena literatura, no ha perdido nada de su delicada fuerza, de su potentísima ternura.

Muchos de los trece cuentos que le preceden demuestran que la belleza de aquél no era casual, que el talento de Candeira da para mucho más. Hay una melodía común, no exactamente lírica pero sí muy estilizada, basada en la fantasía y en confiar con valentía en la disposición del lector para bucear en ella y acompañarle hasta confines audaces. A veces pide demasiada “suspensión de la incredulidad” a aquellos que miramos de reojo a la ciencia ficción, o está a punto de perder la medida de la inocencia (que es una preciosa y enorme virtud) para derivar hacia lo infantil (que, en este caso, sería un defecto), pero en general mantiene un tono fascinante e hipnótico y apetece seguir explorando con él las extrañas pero hospitalarias regiones de su envidiable imaginación.

Hay algo peterpanesco en esa opción narrativa, y el título de esta nota (que copia el último anhelo del cuento titulado, precisamente, “Jugar”) quiere expresar lo que de adicción a la diversión creo adivinar en la escritura de este cuentista debutante. Candeira necesita pasárselo bien, pero también proponer con sensibilidad ciertas explicaciones a los aspectos tan inevitables como indeseables de la vida: la soledad, el miedo, la enfermedad, el desamor o, por supuesto, la muerte (aunque la fallecida pueda ser una nevera, como en el primer cuento del volumen). Sus fábulas, así, quieren entretener pero también consolar, y lo consiguen.

“Lo peor que le puede pasar a alguien es que se le comprenda por completo”, cree C.G. Jung en el exergo de “Al final de Sara”, y esa sentencia (que Baudelaire había aplicado para siempre a la poesía, al comprender que todo poema debe dejar insatisfecho al lector, al menos en un primer momento, y obligarle a releer y trabajar hasta convertirse casi en coautor) ayuda a leer a Candeira, a seguirle en sus búsquedas, a compartir y apreciar sus hallazgos. Son –dicho por fin sin rodeos– cuentos muy hermosos, y supone un placer poder habitarlos y descubrir sus sorpresas, sus secretos, su cálido, profundo e irresoluble misterio.

(Publicado hoy en el suplemento "Artes & Letras" [Heraldo de Aragón])

martes, 24 de marzo de 2009

tres poemas de Ada Salas

(Madrid, 18 de abril de 2oo8)


Contempla cómo huyen las palabras.
Descansa sobre el polvo que deja
la memoria. Que todo tu dolor

te pertenezca.

***


Vivir
es una huella.


***

Mira. Esto que ves
ha muerto. Y esto
que aún respira
morirá.

Hemos sido la luz.

Esto es lo que queda.


(Ada Salas, No duerme el animal (Poesía 1987-2003), Madrid, Hiperión, 2oo9, pp. 194, 134 y 215. (Gracias, Susana...))

domingo, 22 de marzo de 2009

"... stand next to the truth ..."

Alejandra Vanessa me envía tres buenos momentos de octubre, de Oviedo (y Bono os canta debajo la mejor canción del nuevo disco de U2...).

Con Sofía Castañón, José Luis Piquero, Alejandra, Elena Medel y Sara Toro...:



... con Alejandra, Ignacio Escuín y Elena...:



... y con María-Eloy García:



jueves, 19 de marzo de 2009

ir a algún sitio

(Madrid, 21 de marzo de 2oo9)

"Fue en un mes de septiembre; yo vivía aún en Okamoto. Hacía un tiempo espléndido, y una tarde -en realidad acababan de dar las tres- sentí de pronto ganas de ir a algún sitio. La hora era avanzada para ir muy lejos, pero los alrededores ya los conocía; tiene que haber, pensé, algún lugar oscuro y olvidado donde se pueda ir dando un paseo y volver en dos o tres horas"

(Junichirō Tanizaki, El cortador de cañas, Madrid, Siruela, 2oo8, pp. 9-10. Trad. de María Luisa Balseiro.)

miércoles, 11 de marzo de 2009

eran sombras

(10 de enero de 2oo9: Sólo tesis)

... "solitarios del mundo, uníos"

(Andrés Trapiello, Sólo eran sombras, Valencia, Pre-Textos, 1997, p. 16)

lunes, 9 de marzo de 2009

iban poco cargados

(9 de marzo de 2oo9: todo se lo lleva la tesis)

"Iban poco cargados, porque Wang-Fo anteponía la imagen de las cosas a las cosas en sí, y no había nada en el mundo que le pareciera digno de ser adquirido, excepto los pinceles, los botes de laca y las tintas de China, los rollos de seda y el papel de arroz"

(Marguerite Yourcenar, Cuentos orientales, ápud Josep M. Rodríguz, Hana o la flor del cerezo, Valencia, Pre-Textos, 2oo7, p. 26.)

sábado, 28 de febrero de 2009

al otro lado del cristal


(Arriba, algunos figurantes del cortometraje "La nadadora", en algún momento de la noche del 27 al 28 de febrero de 2oo9. Abajo Gemma Vidal, la directora de todo, en el único descanso que se tomó.)

"La posguerra fue una época en que todos creían ser poetas, y todos pensaban ser políticos. Después de tantos años en que pareció que el mundo había quedado enmudecido, petrificado, y en que la realidad había sido observada como desde el otro lado de un cristal, en una vítrea, cristalina y muda inmovilidad, todos imaginaron que se podía y se debía hacer poesía de todo. Durante los años del fascismo, los novelistas y los poetas se habían quedado faltos de palabras, pues a su alrededor no había muchas que estuviera permitido usar, y los pocos que habían continuado utilizándolas las habían escogido con sumo cuidado del pobre patrimonio de briznas que aún quedaba. Durante la época del fascismo los poetas habían expresado tan sólo el mundo árido, cerrado y sibilino de los sueños. Ahora volvía a haber muchas palabras en circulación, y la realidad se ofrecía de nuevo al alcance de la mano. Por lo cual, aquellos que antes habían carecido de palabras se pusieron a vendimiar en ella con delicia. La vendimia fue general, porque a todos se les ocurrió participar en ella, y esto determinó una confusión entre el lenguaje de la política y el de la poesía, que aparecieron mezcladas entre ellas. Pero después la realidad se mostroó compleja y secreta, no menos indescifrable y oscura que el mundo de los sueños, y se siguió revelando situada al otro lado del cristal, y la ilusión de haber roto aquel cristal se mostró efímera."

(Natalia Ginzburg, Léxico familiar, Barcelona, Lumen, 2oo7, pp. 202-203. Trad. de Mercedes Corral)

jueves, 26 de febrero de 2009



Cartas de Vicenta Lorca a su hijo Federico, Barcelona, RBA, 2008. Edición de Víctor Fernández. Prólogo de Lluís Pasqual.

“¿Hay algo mejor en la literatura que las mejores cartas?”, se pregunta Walt Whitman en un precioso libro misceláneo que ha preparado el poeta venezolano Rafael Cadenas (Habla Walt Whitman, Valencia: Pre-Textos, 2008, p. 38), y por aquellos mismos años Emily Dickinson, la otra gran voz poética de Norteamérica, escribía que “A letter is a joy of Earth – / It is denied the Gods” (“Una carta es un goce terrenal / que los dioses ignoran”, según la inexacta pero insuperable versión que de los poemas de Dickinson hizo Carlos Pujol en Algunos poemas más, Granada: Comares, 2005, p. 491). Ambos siguen teniendo razón: quienes acudimos instintivamente a la literatura a buscar verdades y explicaciones obtenemos en las cartas (especialmente en las más humildes y naturales, en las que nunca pudieron pensar que acabarían publicándose) una autenticidad directa y un temblor vital al que es difícil que acceda una creación literaria consciente de serlo. Y, glosando la segunda cita, es cierto que, reduciendo y meditando bien el fenómeno epistolar, el hecho de que un ser humano envíe a otro unas palabras escritas que vencen la distancia y los días y transportan una información, un ruego, unos afectos..., supone uno de los acontecimientos más hermosos de la especie humana, una de las grandes conquistas de la civilización, una victoria sobre nuestras miserias.
Se ha publicado ahora un pequeño epistolario especialmente conmovedor por su sencillez y su limpieza, por la forma en que se transmite lo mejor que tenemos. Son palabras dirigidas por una madre a su hijo. Ella es Vicenta Lorca González y él Federico García Lorca, y, a pesar de esto, es la primera vez que se editan estas 34 preciosas cartas (más otras dos en el apéndice, dirigidas a Rafael Martínez Nadal en 1935 y a Gregorio Prieto en 1950, y en las que doña Vicenta trata asuntos relacionados con la difusión de la obra del poeta, antes y después de su asesinato), que son todas las que se conservan en el archivo de la Fundación Federico García Lorca. Las ha ordenado, transcrito y anotado Víctor Fernández, quien también aporta una introducción en la que se esboza la biografía de Vicenta Lorca y se reproduce lo que dijeron de ella quienes la conocieron (su hija Isabel, José Mora Guarnido, Martínez Nadal, Carlos Morla Lynch, José Bello o, por supuesto, el propio Federico).
Para explicar el cariño que rebosan esas cartas hay que recurrir necesariamente a la cita. Son muchos los humildes pero valiosos consejos que me gustaría copiar aquí, pero bastará con tres. El 16 de enero de 1921 le escribe a la Residencia de Estudiantes para avisarle de que “no puedes perder ni un día, ni dejar nada para mañana como tú acostumbras. Que el tiempo vuela y muy pronto cumplirás veintitrés años y es la hora de trabajar y lanzarse definitivamente a ser, pero con entusiasmo y valentía, sin temerle a nada ni a nadie” (p. 45). El 10 de febrero de 1930, cuando su hijo ya conoce el éxito y el prestigio, le hace saber que “Comprendo que pensarás muchas cosas y sentirás no poderlas hacer todas; pero empieza por lo más necesario o lo que te convenga más y trabajando con orden y constancia todo lo conseguirás. Te repito que el orden en el trabajo ahorra mucho tiempo” (p. 80). Y el 12 de marzo de 1931 le insiste inolvidablemente en que “no pierdas el tiempo tontamente, pues ahora estás en el máximum de rendimiento en tu trabajo, y desde Mariana y la Zapatera han pasado seis años y no has hecho otra cosa” (p. 95).
Si la exhortación a aprovechar el tiempo (“no pierdas el tiempo porque una vez pasado no vuelve más”: p. 76) es uno de los “estribillos” de este epistolario, otro sería la admirable y convencida fe que doña Vicenta dedica a las posibilidades literarias de su hijo desde el principio, algo francamente llamativo y me temo que no demasiado frecuente entre aquellos cuyos hijos muestran ambiciones o intenciones artísticas. En la primera carta conservada y editada aquí (de octubre de 1920), le pide que “no descuides tu Literatura que para mí tiene más importancia que todas las carreras, o, mejor dicho, ésa es la carrera por excelencia para ti y para mí” (p. 34). Sorprende el respeto que late en esa mayúscula, incluso en una mujer culturalmente inquieta que, como explica Fernández, había estudiado a conciencia y llegó a ejercer de maestra algunos años.
El autor teatral Lluís Pasqual destaca en su breve prólogo que “La madre no escribe para contarle lo que le está pasando a ella –ella desaparecerá voluntariamente detrás de sus sentimientos– o a la familia, sino básicamente para contarle, desde la distancia, lo que le ocurre a él, porque ella lo sabe mejor que nadie, mejor que él mismo, sin que nadie se lo cuente. Lo que le ocurre o, en muchos casos, lo que le ocurrirá. Sin imponer nada” (p. 10). Es cierto: Vicenta apenas habla de Vicenta, pero en lo que nos cuenta adivinamos mucho sobre esa mujer, sobre todo porque es una persona sencilla que no oculta nada, que no calcula, que no contempla intereses propios. Y, por supuesto, de estas páginas podemos extraer mucha información sobre los pasos y, sobre todo, la personalidad de Federico García Lorca, y tal vez el retrato más escueto y hermoso de todos los que conozco: “tú, hijo mío, eres el hombre que siempre lleva la alegría consigo” (p. 74).
En otro momento afirma que “estoy tranquila porque sé que tú eres un hombre muy moral y muy bueno” (p. 49), y esa calma interior se aprecia en su forma de abordar todos los temas (e incluso en todas las fotos que ilustran esta edición). Su carácter es por lo general optimista y positivo, aunque a veces se le escapa cierta amargura (“así es la vida con más cosas desagradables que agradables”: p. 68) o protesta de un modo muy indirecto y resignado (“Yo por mí no te pido nada pues estando tu padre satisfecho también lo estoy yo”: p. 60), pero también es verdad que estas quejas tienen algo de fórmula casi paremiológica, lo cual podría hacernos pensar que doña Vicenta no tenía muy interiorizado ningún gran sufrimiento o sacrificio, sino que era una mujer que supo permanecer por encima de las circunstancias.
Ese padre al que se aludía en el último paréntesis, Federico García Rodríguez, suscribe varias de las cartas sin escribir en ninguna, aunque acostumbra a enviar encargos, preguntas y cariños. Los que sí aportan a veces algunas líneas propias son Francisco e Isabel García Lorca (la cual cuenta a su hermano sus progresos en las clases que profesores como Pedro Salinas o José Fernández-Montesinos le impartían en la Universidad (p. 101) y en las que a partir de octubre de 1933 dictó ella misma en el Instituto Escuela (p. 109), según contó también mucho después en sus Recuerdos míos, Barcelona: Tusquets, 2002), y entre todos forman un poblado retrato de familia y amigos que arropa a los dos protagonistas de este libro y a la vez sirve casi para enfocarlos, para alumbrarlos. Por una parte el poeta (in absentia pero no del todo, ya que Fernández le concede también la palabra en las notas a pie de página, recurriendo hábilmente al Epistolario completo organizado por Andrew A. Anderson y Christopher Maurer en Madrid: Cátedra, 1997) y por otro, preocupándose por él y alentándolo, su admirable madre, cuyos consejos podrán servir hoy también a muchos lectores.
El emperador estoico Marco Aurelio alababa en sus Meditaciones (I, 7) “el escribir sin afectación las cartas” (según la muy reimprimida traducción de Bartolomé Segura Ramos en Alianza), así que con seguridad le habrían gustado las de Vicenta Lorca. Como gustarán a todos los que las lean, ya que lo que en el fondo sucede, lo sepamos o no, es que todos querríamos merecer y recibir cartas como éstas.

[Reseña publicada en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº 69 (junio de 2oo8), pp. 163-164.]

domingo, 22 de febrero de 2009

"... it's always black and white..."

(Sebastián Taberna y AT -mis dos editores...- en el Rastro de Madrid: 22 de febrero de 2oo9)


Una madre y su hijo
acaban de atajar
Por mi jardín

***

A mother & son
just took a shortcut
Thru my yard

(Jack Kerouac, Libro de jaikus, Madrid, Bartleby, 2oo7, pp. 42-43. Trad. de Marcos Canteli.)

sábado, 21 de febrero de 2009

la grieta de la pared

(Madrid, 21 de febrero de 2oo9)

Todo era pobre, desnudo, transfigurable,
nuestros muebles eran sencillos como piedras,
nos gustaba que la grieta de la pared
fuera esa espiga en que se enjambraban mundos.

Nubes, aquella tarde,
las mismas de siempre, como la sed,
la misma tela roja, desatada.
Pasajero, imagina
nuestras repeticiones, prisas y confianzas.

***

Tout était pauvre, nu, transfigurable,
Nos meubles étaient simples comme des pierres,
Nous aimions que la fente dans le mur
Fût cet épi dont essaimaient des mondes.

Nuées, ce soir,
Les mêmes que toujours, comme la soif,
La même étoffe rouge, dégrafée.
Imagine, passant,
Nos recommencements, nos hâtes, nos confiances.

(Yves Bonnefoy, Las tablas curvas, Madrid, Hiperión, 2oo3, pp. 16-17. Trad. de Jesús Munárriz)

miércoles, 18 de febrero de 2009

la duración de esta vida intermedia

(Barcelona, 9 de septiembre de 2oo8)

Si supiera que vienes en otoño
daría un manotazo a este verano,
desdeñosa y sonriente,
como hacen las mujeres con las moscas.

Si te pudiera ver dentro de un año
haría doce ovillos con los meses,
guardándolos cada uno en un cajón
para no equivocarme.

Si el plazo fueran siglos
los iría contando con la mano,
restando hasta caérseme los dedos
en la isla de Tasmania.

Si estuviera segura de vivir
los dos tras el final de esta existencia,
tiraría el vivir como una cáscara
para quedarme con la Eternidad.

Pero como no sé la duración
de esta vida intermedia,
siento el pinchazo de la Abeja Duende,
que hace daño aunque no se ve jamás.

***

If you were coming in the fall,
I'd brush the summer by
With half a smile and half a spurn,
As Housewives do a Fly.

If I could see you in a year,
I'd wind the months in balls -
And put them each in separate Drawers,
Until their time befalls -

If only centuries delayed,
I'd count them on my hand,
Subtracting till my fingers dropped
Into Van Diemen's Land.

If certain, when this life was out -
That yours and mine should be,
I'd toss it yonder like a Rind,
And taste Eternity -

But now, all ignorant of the length
Of time's uncertain wing,
It goads me, like the Goblin Bee -
That will not state - its sting.


(Emily Dickinson, Algunos poemas, Granada, La Veleta, 2oo1, p. 97. Versión de Carlos Pujol).

lunes, 16 de febrero de 2009

la función que gusta a todos

(Madrid, 16 de febrero de 2oo9)


Si yo muriera y tú
vivieses todavía,
y continuase el tiempo gorgoteando,
la mañana hecha luz,
el mediodía ardiendo,
como suele ocurrir;
madrugando los pájaros
para tejer sus nidos,
como siempre afanosas las abejas...
Sería entonces fácil renunciar
a las cosas de aquí.
¡Qué bien saber que los negocios van
a seguir siendo prósperos
cuando una duerme entre las margaritas!
Que el comercio será muy floreciente,
viento en popa la industria.
Eso da un gran sosiego al que se va,
deja sereno el ánimo:
que señores tan listos
dirijan la función que gusta a todos.

***

If I should die,
And you should live -
And time should gurgle on -
And morn should beam -
And noon should burn -
As it has usual done -
If birds should build as early,
And bees as bustling go -
One might depart at option
From enterprise below!
'Tis sweet to know that stocks will stand
When we with daisies lie -
That commerce will continue -
And trades as briskly fly -
It makes the parting tranquil
And keeps the soul serene -
That gentlemen so sprightly
Conduct the pleasing scene!

(Emily Dickinson, Algunos poemas, Granada, La Veleta, 2oo1, p. 22-23. Versión de Carlos Pujol).

sábado, 14 de febrero de 2009

apagar la mirada



VIVIR EN EL CAMPO

Sobre la naturaleza no hay
ya mucho que decir:
Cada mañana a las nueve
aparecen tres venados
en el campo visual: Los veo
un rato desde la ventana
antes de apagar la mirada

(Günter Kunert, Antología de cien poemas (1950-1990), Huelva, Fundación Odón Betanzos Palacios, 1995, p. 105. Trad. de José Luis Reina Palazón).

miércoles, 11 de febrero de 2009

una incorrección

(La madrileña calle Pinar estuvo en Siberia el 9 de enero de 2oo9)


Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y, sentadas a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.
-Toma un poco de vino -dijo la muerte.
La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.
-No veo que haya vino -dijo.
-Es que no hay -contestó la muerte.
-¿Y por qué me dijo usted que había? -dijo.
-Nunca dije que hubiera sino que tomes -dijo la muerte.
-Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo -respondió la niña muy enojada.
-Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada -se disculpó la muerte.
La muñeca abrió los ojos.

(Alejandra Pizarnik, Prosa completa, Barcelona, Lumen)

sábado, 7 de febrero de 2009

idioma del gato

(Madrid, 4 de diciembre de 2oo8)


Me gustaría verme traducido
al idioma del gato.

Ese merodear. Esa atención. Ese silencio.

viernes, 6 de febrero de 2009

de ciudades y cielo

(Zaragoza, 23 de enero de 2oo9)


LA NOCHE DEL CONCIERTO DE AEROSMITH

En medio del concierto de Aerosmith
de repente, no sé por qué -tal vez
es el calor extraño de los focos-, me veo
en una habitación; estoy sentado
junto a la luz azul y pienso: todas
las cosas a mi alrededor se acercan,
quieren entrar al libro,
son igual que esos pájaros, los pájaros tan tristes
que se golpean contra las ventanas
de una casa encendida.
Me pregunto
qué va a pasar entonces, qué está pasando ahora.

Y hay algo raro, algo
parecido a los viajes en tren, la sucesión
de ciudades y cielo, de ciudades
y cielo, de ciudades
y cielo, desde un tren,
de ciudades y cielo.

(Benjamín Prado, Cobijo contra la tormenta, Madrid, Hiperión, 1995).

jueves, 5 de febrero de 2009

Cuatro poemas de Izet Sarajlic

(Rastro de Madrid, 25 de enero de 2oo9)


HERMANAS

Las de Esenin
se llamaban Shura y Katia.

Las de Mayakovsky,
Ludimilla y Olia.

Las mías, Nina y Raza.

Y todas han muerto.

Raza y Nina
a cincuenta días de distancia.

Han muerto, o mejor dicho,
las penurias las han asesinado.

Tengo que encontrar como sea
una nueva hermana.

Porque yo no puedo
vivir sin ser hermano.


***

A LOS AMIGOS DE LA EX YUGOSLAVIA

¿Qué nos ha ocurrido de repente,
amigos?

No sé qué hacéis.
Qué escribís.
Con quién bebéis.
Qué libros leéis.

No sé siquiera
si seguimos siendo amigos.


***

VIUDEZ

Todas vuelven de algún lugar.
Zelja de Regensburg.
Sanja de Trieste.
Asja de Mallorca.
Daniela de Túnez.
Nieves de Roma.
Mirka de Budapest.
Sandra Lucic de Tucêpi.
Nusa Kajetan del mercado.
Zaga del hospital.
Lucy de clase.

Todas vuelven de algún lugar.
Sólo tú no vuelves.


***

AQUELLOS DOS ABRAZADOS

Aquellos dos abrazados a orillas del Rin en Gothlieben
podríamos ser tú y yo.
Pero tú y yo no volveremos nunca a pasear
abrazados a orillas de ningún río.

Ven, paseemos al menos en este poema


(Una calle para mi nombre, Lucena, 4 Estaciones, 2003 (2ª ed.), pp. 97-98, 92, 116 y 118. Trad. de Juan Vicente Piqueras, Sinan Gudzevic y Raffaella Marzano).

miércoles, 28 de enero de 2009

empezar de cero

(AT y JMB dentro de su propia novela: Rastro, 24 de enero de 2oo9)

SÓLO AHORA

Sólo ahora que mi cabeza se ha cubierto de escarcha,
que tengo miedo de que las campanas estén doblando por mí,
sólo ahora que se alejan los violines,
sé quién es poeta. Poeta es aquel
que siempre vuelve a empezar de cero.

(Izet Sarajlic, Una calle para mi nombre, Lucena, 4 estaciones, 2oo3, p. 51).