lunes, 7 de mayo de 2012

En otra casa, de Antonio Moreno


La elección del bien

Antonio Moreno
En otra casa

Ediciones de la Isla de Siltolá
Sevilla, 2012

Quienes nos negamos a escribir nada que no contenga algo de celebración y de gratitud encontramos en Antonio Moreno (Alicante, 1964) a uno de los nuestros. La línea principal y más sólida de su escritura la constituye su obra poética, reunida en 2007 en Intervalo (La Veleta) y ampliada en 2010 con Nombres del árbol (Tusquets), pero es en sus libros en prosa, liberado de la métrica y del misterio del poema, donde con más claridad y desnudez expresa su sabia, por sobria, actitud ante la existencia, su forma de habitar un mundo que es deliberadamente reducido.
La vida es un lugar tan extraño y tan mágico que para disfrutarla y ponerse a su servicio basta con quedarse en casa, entregarse a la rutina y hacer las tres o cuatro cosas de siempre, pero hacerlas a conciencia. "Quien es dueño de un techo propio y de un cuarto donde recogerse a solas sin duda goza de un bien suficiente para sentirse a gusto y sereno. Y en la serenidad se halla la raíz de toda dicha verdadera. Muchos son los sabios que han discurrido acerca del contenido de la felicidad, pero la felicidad es un don muy simple consistente en la paz del espíritu" (p. 25), pero ya no es que quien escribe eso goce de una capacidad de contemplación casi zen ("Mirar las plantas detenidamente, que es como aprender a mirar y darnos cuenta de que no sabíamos hacerlo": p. 176), ni de que sea consciente de que incluso en unos minutos de descanso mirando al techo de tu habitación está todo lo mejor y más puro que un hombre puede extraer de la porción de vida que se le ha concedido (pp. 185-188), sino que llega al conformismo extremo de renunciar a salir a una azotea y contemplar la ciudad y el cielo y las nubes... tras comprender que uno puede contentarse con observar durante largo rato, de espaldas a la puerta de la terraza, el pequeño rectángulo de luz que entra por ella (pp. 41-43).
"Basta con estar en un lugar durante algún tiempo para entender espontáneamente las cosas, sin forzar las ideas", se afirma de modo definitivo en p. 198, y de ese modo resulta ingenuo anhelar grandes aventuras o emociones para saborear la vida, pues bastan los estímulos más modestos para apurarla hasta el fondo y recorrerla con toda la intensidad, dado que el autor es también consciente de que "la duración de la vida de un hombre no debería medirse según el número de los años cumplidos, sino por el ardor con que bebió cada día de ella" (p. 161).
Sea como sea, en esta reunión de apuntes que es En otra casa hay también páginas para la crónica de una estancia en Lucca, una travesía "Por la cuenca del Torío" y algún buen ejemplo de ese delicioso género literario que es el paseo ("Observaciones al despedir el año"), que de paso se aprovecha para desentenderse un tanto del intelectualismo y la cultura: "últimamente leo más que camino, y esto es sin duda un error. Desde que era jovencísimo he sabido que en el acto de caminar radican las claves de casi todas las cosas que más importan" (p. 134).
Llegados a este punto, alguien podría pensar que hay una incompatibilidad llamativa entre esas intuiciones y el acto de escribirlas, y en cierto sentido Antonio Moreno lo admite en el precioso epílogo, que funciona como epifonema y síntesis de todo lo dicho antes o, mejor, de todo lo que se ha querido decir, que tan a menudo es inexpresable. De hecho, el autor se lamenta de que las palabras sean insuficientes y además demasiado ruidosas, y por tanto de que las suyas no consigan expresar lo que sí logra la danza que ve ejecutar a un hombre ante el puerto de Alicante: "Sentía que todo cuanto he hecho con ellas ha sido en vano, y que tarde o temprano un día tendría que ponerles el punto final definitivo, si es que no lograba que ellas fuesen expresión de esa danza compenetrada con la respiración de la vida" (pp. 206-207). Pero hay una razón mayor para escribir y publicar En otra casa, y ésta tiene que ver con la alegría interior, con la necesidad de compartir la sensacion de plenitud en la calma, con la firme voluntad de lo que se sabe salvado: "¡Cómo, a estas alturas, va a importarme obtener las mercedes de un renombre o un prestigio! Ni siquiera fantaseo [...] con la imaginación de un lector futuro. ¿Entonces? Es muy simple: sigo una voz que es un bien. Que lentamente, desde mi primera juventud, me ha ido mostrando qué es el bien. Nada tiene que ver con ideas ni con escuelas, sino con un don que ilumina mi vida" (p. 195).

(Reseña publicada en la edición valenciana de ABC, 28 de abril de 2o12.)