lunes, 1 de octubre de 2012

'El cristal Spinoza', de Juan Arnau




MENDICIDAD Y JÚBILO


Juan Marqués
 
Juan Arnau
El cristal Spinoza

Valencia, Pre-Textos, 2012

 
Hacía mucho tiempo que no leía tantas veces en un libro la palabra “alegría”, pero es natural que aparezca por todas partes en una confortable novela que pretende sintetizar la filosofía, tan consoladora y vitalista, de Baruj Spinoza. ¿Novela? Narrativa, en cualquier caso, y también esbozo de biografía, aunque esta nueva obra del profesor valenciano Juan Arnau tiene también algo de ensayo (por el contenido, a menudo tomado directamente de las obras del filósofo holandés), de teatro (por los diálogos y las acotaciones) e incluso de poesía (ya que, como ha de hacer ella, dedica casi todas sus páginas a recordar cosas fundamentalmente importantes).

Arnau se sirve con habilidad de un personaje escurridizo y algo fantasmagórico, Jan van der Spyck, que va saltando a través de los siglos como heredero y custodio de la sabiduría de quien fue su amigo en La Haya, y es él quien nos la va ofreciendo a los lectores en forma de capítulos breves que traen estampas paisajísticas, apuntes históricos y sociológicos o, sobre todo, la reproducción de conversaciones sobre distintos aspectos que siempre concluyen con la expresión de una serena satisfacción ante la existencia, sea cual sea la miseria o la injusticia que la envuelva.

            Los grandes obstáculos de la vida de Spinoza fueron la intransigencia religiosa, a la que se enfrentó con tranquilidad resignada, aceptando sin escándalo su expulsión de la comunidad judía y asistiendo en silencio a la condena o censura de algunas de sus obras (algo que tampoco consiguió hacerle sufrir demasiado: “prefiero no ser leído a ser malentendido”: p. 204, aparte de que “el pensamiento no habrá de ocuparse de los errores de los demás”: p. 95), y la pobreza material, que sí pudo haber evitado, pues fueron muchos quienes, sin él solicitarlo, le ofrecieron trabajos, cátedras y subvenciones que no aceptó o cuya retribución él mismo redujo a lo mínimo para subsistir. La voluntaria y concentrada reclusión del filósofo fue la de alguien que previene contra “la más peligrosa de las pasiones, la inacción, la única pasión que carece de objeto” (p. 42): el filósofo sólo viajó por obligación y tras sobresaltos (“no sabes lo divertido que es huir a tiempo”: p. 140), pero apostaba por un sedentarismo consciente y hacendoso: “para que la imaginación viaje, el cuerpo no ha de hacerlo” (p. 48). De hecho, no se trata sólo de permanecer siempre en el mismo lugar, con perseverancia y atención creciente, sino de quedarse por aquí incluso después del final: “La vida sólo revive en la vida. Los cuerpos se van, se van de muchos modos, pero también se quedan, se quedan de muchos modos, en otros cuerpos. Para seguir en el mundo cuando el cuerpo no está, para seguir presente lo ausente, el espíritu ha de albergarse en lo vivo, y desde allí emanar dulzura, comprensión, fuerza” (p. 15)

Es cierto que “no es fácil establecerse en la alegría agradecida de la vida cuando ésta es desdichada” (p. 237), pero “el sabio piensa en la vida y no en la muerte, no espera recompensa alguna de sus actos, ni aquí ni en el más allá, se esfuerza por obrar bien, no presta atención al mal y, sobre todo, se esfuerza por estar alegre” (p. 220), y para ello hay que ser laborioso y tenaz, dado que “la alegría es la marca del buen esfuerzo” (p. 96). El impulso positivo y jovial de la filosofía de Spinoza llega al extremo, estoico y marcoaureliano, de afirmar que “El mal no existe; lo pone la falta de vista, de perspectiva (p. 140)”, y esa estrechez de miras de los pesimistas y los temerosos contrasta con una “amistad con el mundo” que es definitivamente luminosa: “El poder de una persona descansa en la cantidad de verdad que es capaz de soportar sin que esa carga lo arroje a la desesperación, sino que, al contrario, lo anime a caminar hacia un horizonte de alegría. La vida misma, con su empuje sanguíneo y su poder afectivo, se da así sentido a sí misma, se moldea y abre perspectivas donde crecer y ser más libres” (p. 149).

[Reseña publicada en la edición de la Comunidad Valenciana de ABC, 29 de septiembre de 2o12]