EL BUSCADOR DE ORO
Juan Manuel Bonet
Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraístaSevilla, Fundación José Manuel Lara, 2012
Cuando
hablamos de la erudición jolgoriosa de Bonet con respecto a las vanguardias, no
nos referimos especialmente a la española (sobre la que escribió un Diccionario ya imprescindible) sino
también a las americanas y las europeas (por razones biográficas es, por
ejemplo, experto en la francesa y la polaca), y no hablamos sólo de literatura
y arte, sino de música, arquitectura o fotografía, pero todavía le queda sitio
en sus afectos para ser un fanático tintinófilo (en 2011 comisarió en Madrid
una curiosa exposición en la que artistas jóvenes recreaban las cubiertas de
todos los tebeos deTintín) y tiempo en su agenda para devorar novelas de espías
y de Patrick Modiano, aparte de ser él mismo uno de los mejores y más extraños
poetas españoles (y digo extraño en el mejor sentido de la palabra: su poesía
es única, originalísima y escurridiza, pues a menudo publica versos en
catálogos de arte, en revistas invisibles o en pequeñas ediciones de
coleccionista...).
Ya
durante sus años como director del Instituto Valenciano de Arte Moderno mostró
su amor por el Ultraísmo, esa vanguardia que sacudió la poesía española entre
1919 y 1925, y ahora culmina ese trabajo con una monumental antología de lo
mejor que ha quedado de aquel movimiento, con textos de sesenta autores (entre
los que figuran Valle-Inclán, Borges, Huidobro, Gerardo Diego, César
González-Ruano, Antonio Espina o Juan Larrea). Tras la lectura, el balance es
necesariamente irregular: si la intención de Bonet era ofrecer una muestra
panorámica del Ultraísmo, el resultado es impecable y tal vez definitivo, y en
ese éxito tiene mucho que ver el conciso y brillante prólogo, así como las
notas que preceden a los textos de cada uno de los poetas antologados. Si en el
ánimo del compilador estaba convencer de la calidad de aquella corriente, uno
ha de reconocer que este libro no ha hecho más que acentuar mi impresión (más
instintiva que documentada) de que aquellos autores se movieron guiados por una caprichocracia
simpática pero más bien estéril que les impidió llegar muy lejos o muy hondo en
las cosas que al cabo importan. Me parece que hay poca emoción real en estos
versos, poca verdad. Hay, sí, mucha sorpresa, pero es más la de las ocurrencias
de la imaginación que la insuperable que produce la propia existencia. En los
mejores casos no hay duda de que los poetas invirtieron en esos poemas su
intimidad, sus temores, su insatisfacción... y bajo la palabrería y las bromas
(y, a veces, bajo la chatarra más desafortunada o inane) se adivina un impulso
creativo sincero, una inquietud creíble, un algo que decir que a veces es
amoroso y a veces evocador y a veces político: casi todo lo que encontramos en
otras corrientes poéticas lo encontramos aquí envuelto en risueños ropajes
ultraístas que en la mayor parte de los casos son un obstáculo y no una ayuda,
como una forma de expresión que se pusiera zancadillas a sí misma. Entre los
logros, no se puede discutir que el Ultraísmo construyó un nuevo imaginario de
Madrid y, en general, llevaron la poesía urbana hasta un punto de no retorno;
que contribuyeron a dinamitar los "marcos" del poema, consiguiendo
audaces conquistas formales (el título de la antología, tomado de un verso de
Pedro Garfias, es perfecto); que ensayaron piruetas y osadías que algunos
llevarían con provecho a su obra post-ultraísta; y que, en fin, se lo pasaron
bien escribiendo, lo cual no es nada despreciable. Pero el legado es
insatisfactorio. "Los poemas ultraístas -dijeron en una de sus consignas-
se confeccionan arrojando las palabras al azar sobre la plenitud cósmica."
Ese universo, a juzgar por lo que nos ha llegado, se les quedó pequeño.
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