sábado, 25 de agosto de 2012

"Rastreos y otros poemas", de Tomás Segovia




UN MUNDO ESPERA FUERA

 

Tomás Segovia
Rastreos y otros poemas

Valencia, Pre-Textos, 2012
124 páginas. 15 euros

 
El añorado poeta venezolano Eugenio Montejo afirmaba que uno de los problemas de quienes escriben versos en español es el de que nuestros adverbios terminan en “–mente”, y eso obliga a intentar evitarlos para huir de la cacofonía, para no enmarañar el ritmo. No fue así en el caso de Tomás Segovia, quien no sólo los usó con profusión, en la mayoría de los poemas de sus últimos libros, sino con verdadera maestría.

Es sólo una minúscula característica más que añadir a la larga lista de virtudes y habilidades literarias del poeta valenciano, fallecido en noviembre del año pasado en la ciudad de México, y dueño también de una intensa experiencia vital y de un carisma personal impactante que supo traducir a texto en sus ensayos, diarios y poemas. Los que se reunieron hace un año en el magnífico Estuario han recibido con toda justicia el Premio de la Crítica, y la entrega siguiente acaba de ver la luz póstumamente, también en la editorial Pre-Textos, bajo el título de Rastreos y otros poemas.

Esos “Veinte rastreos por mis lindes” son veinte poemas largos en forma de paseo, o recuerdo, o balance…, en los que Segovia va dando nuevas vueltas a los temas más merodeados por él en su obra, y al cabo todos hablan, con su particular puntuación, de la perplejidad y el agradecimiento ante lo que existe, algo que, en coherencia impecable, le lleva a celebrar también los aspectos amargos e indeseados de la vida, consciente de que todo es manifestación de lo mismo y por tanto todo es necesario y fecundo, incluso la misma desgracia, a la que está dedicada el reconfortante “Decimotercer rastreo” (pp. 48-49). En cuanto a esos “Otros poemas” que completan  el volumen, son treinta y siete poemas breves que podrían haber constituido un libro aparte, pero que, colocados ahí, aportan detalles, matices y observaciones particulares (sobre el mar, el frío, el silencio, el amor…) que ilustran y complementan los “rastreos”. Son poemas hechos con muy poco, apenas una impresión, un simple saber estar y saber decirlo, como en el poema “Aunque quisiéramos”: “Cuánta salud azul encima de nosotros / Y cómo están ya en flor / Sin reticencia alguna los almendros / Y de dónde ha salido / Este aire renovado que nos huele / A una limpieza nunca usada todavía / Tal parece que habrá que confesar / Que alguna cosa hay a fin de cuentas / A la que aunque quisiéramos / Nada tendríamos que reprocharle” (p. 75).

Como dice el editor Manuel Borrás en la solapa del libro, Tomás Segovia fue uno de esos grandes poetas que “no tratan de ofrecernos respuestas ni simplificar o categorizar el mundo, sino que lo extienden ante nosotros desnudando su complejidad, dando prueba simplemente de que existe y de que ellos existieron también en él”. Es lo que, siempre atento y a la espera, hizo en estos Rastreos y otros poemas, estrujando los lugares comunes para extraer un nuevo giro, un nuevo color, una renovada sabiduría: “Necesito poner muy a menudo / Largamente ante mí sin distraerme / Eso que inauguraba cada día mi día / En aquel tiempo en que aún estaba / Limpia mi edad entera / Aquel deslumbramiento emocionado / De ver cada mañana al salir de mi casa / Que había para mí un mundo / Esperándome afuera” (p. 41)…

[Reseña publicada en la edición de la Comunidad Valenciana de ABC, 28 de julio de 2o12]

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